
El rostro apareció de nuevo, al fondo de la gruta. Con una insinuante expresión, se hizo nítido, se desprendió.
-¡Ven, poséeme como un guerrero! Te daré mi corazón para que lo devores. Bebamos nuestras sangres.
-Es tarde -respondió el caballero-. Tall vez si hubieras venido antes, si no te hubieras ido... El amor tiene un solo deseo: la fusión de los corazones. El rostro se esfumó en el muro.
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